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| Manuel Pablo Maza Miquel, S.J. |
En el 1140, los cátaros ya eran numerosos en estas regiones de Europa occidental: Renania, Perigord, Reims, Lombardía, Toulouse, Carcasona y Albi, en el sur de Francia, centro de la actividad cátara. Cinco motivos explican el atractivo cátaro. Primero, el movimiento clandestino cátaro poseía una rigurosa organización, dinamismo misionero y resistencia. Sus miembros eran comerciantes y artesanos de notable competencia y honestidad. Segundo, los cátaros prosperaban, porque, el clero y los obispos católicos habían “perdido su prestigio en muchas regiones y en determinados ambientes sociales.
El clero del Languedoc [Francia] vivía en la opulencia y la relajación. Los cátaros dieron a muchos el sentido de la vida comunitaria y promovieron el apoyo mutuo, el cual, era débil en la sociedad católica de la época, si dejamos de lado a los gremios. El carácter esotérico del frío ritual de los cátaros no parece haber debilitado su poder de atracción.”
Tercero, la pureza y radicalidad de los cátaros eran atractivas. Su doctrina de oposición entre cuerpo y alma era simple. Celebraban una ceremonia del Espíritu como respuesta alternativa a la eucaristía. La misa se celebraba entonces en latín y ajena a la participación de la comunidad. Los cátaros evangelizaban usando textos en lengua popular.
Cuarto, las mujeres podían alcanzar el grado de “perfectas” al igual que los hombres, es decir, podían recibir el consolamentum, un ritual que elevaba al afiliado de creyente a “perfecto”. La esposa del conde de Foix, noble cercano al conde de Tolosa, era una “perfecta”. Quinto, los cátaros criticaban la autoridad de la Iglesia jerárquica, por ejemplo, aunque Ramón VI conde de Tolosa protestase en el 1205 de que se esforzaba por suprimir la herejía, no hizo nada. Pedro de Castelnau, legado del papa, acusó al conde de Tolosa de saquear varios monasterios y de proteger a los herejes. El conde fue excomulgado. Pedro de Castelnau, legado papal, fue asesinado en enero del 1208, luego de una acalorada discusión con el conde de Tolosa, hasta hoy incriminado en esta muerte. El papa Inocencio III proclamó la cruzada contra Ramón y sus tierras el 10 de mayo del 1208. Los cruzados enemigos de los cátaros fueron tan ambiciosos, que Inocencio III se quejó contra Simón de Montfort: “no contento con oponerte a los herejes has dirigido a los cruzados contra los católicos [Ö] has derramado la sangre de gente inocente y has invadido injustamente las tierras de sus vasallos [los de Pedro II de Aragón]Ö mientras el rey [de Aragón] estaba guerreando contra los sarracenos y a pesar de que la gente de esas tierras nunca fue sospechosa de herejía” (Michael Frassetto, 2008, Los Herejes, 124 - 125).
Se dice, que antes del asalto a Béziers, (1209) unos soldados escrupulosos le preguntaron a Montfort, cómo distinguir a los católicos de los herejes. Montfort respondió: --matadlos a todos. Dios sabrá reconocer los suyos--. La frase proviene del monje alemán, Cesáreo de Heisterbach y la atribuye al cisterciense Arnaud Amaury, legado papal, pero Heisterbach no estaba ahí y escribió entre 1219 y 1223. Ningún otro de los varios testigos la recoge. Es seguro, que los soldados “escrupulosos” saquearon Béziers a sangre y fuego.
Ramón VI se unió a la cruzada contra los cátaros, pero su apoyo no convenció. Perdió sus territorios, algunos fueron devueltos a su hijo. Ramón VI murió en 1222, siempre excomulgado y aunque su cadáver fuera vestido con el hábito de la Orden de Malta, no pudo ser enterrado en tierra bendecida. Ya para el 1229 la monarquía francesa había prácticamente exterminado la herejía. El rey y la nobleza del norte de Francia habían participado interesadamente en la cruzada y ahora sus posesiones ¡llegaban hasta la costa del Mar Mediterráneo! Volveremos sobre este punto. Ya vimos la herejía, ahora veamos el instrumento de represión: la inquisición.
El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do
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