Martín Aguirre |
Cuando se ha hecho de escribir una profesión, es difícil trasladar las formulas a otros medios. Esta semana, Daniel Castro invitó a un grupo de periodistas, entre ellos a este autor, a su programa "Todas las Voces" para hablar sobre el planteo de los medios escritos que busca apoyo para capear la transición a la era digital. Como el resultado dejó gusto agridulce, abusaremos de la libertad de este espacio para darnos una segunda oportunidad.
A nadie escapa que los medios en general, no solo escritos, atraviesan una crisis en todo el mundo debido al impacto de internet. Y si bien el consumo de información y productos culturales es hoy mayor que nunca, los recursos básicos para financiar la producción de los mismos, son cada vez menos.
Por un tiempo, muchos creyeron ante la masividad de los números de consumo online, que esa fiesta sería pagada por la publicidad. Y los usuarios asumieron que disfrutar de material de calidad gratis era un derecho adquirido.
Los cambios tecnológicos han derrumbado esa esperanza. Hoy el duopolio global de Facebook y Google ha arrasado con la publicidad, destruyendo su valor con tarifas ínfimas y posibilidades tecnológicas que explotan de manera impúdica la información que tienen de nosotros. Hoy en EE.UU. ambas compañías se llevan el 75% de la "torta" publicitaria.
Estas multinacionales tienen un modelo envidiable. Lucran de manera global y con costos mínimos, de la información personal que damos sus usuarios, y de los contenidos que producen otros.
Así llegamos a la situación actual, donde casi todos los medios del planeta padecen una coyuntura asfixiante. Diarios, revistas, canales de cable y TV, se han achicado, bajado la calidad de sus productos, y tratado de adaptar sus estructuras a esta competencia. Pero en los últimos años parece haber una inflexión. La irrupción de plataformas como Netflix o Spotify han "educado" a pagar por contenidos, y su ejemplo ha sido aprovechado por medios como el New York Times o el Washington Post para equilibrar sus números.
Luego, llegó Trump. En EE.UU. ahora se vive una revolución en la que muchos actores sociales se preguntan cómo pudo llegar alguien así a la Casa Blanca. Y la respuesta es que el cóctel de debilidad de la prensa tradicional, el impacto de las redes sociales, y la oportunidad que han dado de difundir información basura, han tenido mucha culpa en eso.
Es así que tanto en EE.UU. como en Europa existe un movimiento muy fuerte que busca por un lado apoyar a la prensa tradicional para que logre atravesar esta transición agobiante, así como imponer nuevos controles a Facebook y Google para limitar algunos de los daños que han hecho al sistema democrático.
Cada país lo viene haciendo a su manera. En un país antiestatista como EE.UU. esto ocurre mediante un esquema que brinda enormes beneficios impositivos a las empresas y donaciones privadas, y un flujo de capitales que permite el nacimiento de nuevos medios. En Francia o Suecia, es el Estado el que apoya con fondos y tarifas diferenciales a la prensa.
En ese contexto, en Uruguay se a dado una unión llamativa. Todos los medios escritos, desde Búsqueda a Brecha se han unido en un planteo que busca un apoyo concreto, limitado y temporal, para capear este período de transición, hasta que se consolide el sistema de pago de contenidos. Que lleva un tiempo de adaptación por la gente, y enormes recursos tecnológicos para hacerlo posible.
Esa propuesta, hoy a estudio del presidente Vázquez, es el fiel reflejo de la diversidad de sus proponentes. Hay un planteo de brindar tarifas especiales de servicios como la energía eléctrica, hay sugerencias sobre manejo de la publicidad oficial, sobre aportes patronales. Y también la chance de replicar el esquema de subsidios que hoy goza la prensa del interior.
Tal vez el sabor más agrio de la visita al canal 4 del pasado jueves fue que el programa se centró mucho en este último punto. El cual genera natural resistencia del contribuyente no muy informado, y la tendencia a reclamar a quienes hoy nos sumamos a ese planteo, e históricamente hemos estado en contra de ese tipo de medida.
La respuesta, más allá de la misma, surge de un conjunto de voces con distintos enfoques ideológicos, es que vivimos en Uruguay. Acá la batería de soluciones que serían más afines al esquema liberal son impracticables porque los gobiernos votados democráticamente han diseñado otro tipo de país. Donde el Estado ocupa un rol tan dominante en la economía, que es el único a quien acudir en momentos así. Aunque muchos preferirían otra cosa.
Es un planteo plagado de peligros, sí. Pero ciertamente menores a las certezas que da ver lo que está pasando en países incluso con sistemas democráticos centenarios, cuando los medios de prensa locales se reducen al punto de no poder cumplir con su rol básico de ser el contrapeso y la linterna que expone los costados oscuros que anidan en toda sociedad.
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