Adriano Miguel Tejada |
En conversaciones con personas religiosas siempre salen a relucir las contradicciones que se observan en la prédica y en el actuar de la mayoría de las religiones, aunque la más mencionada es la católica.
Karen Armstrong, en Una Historia de Dios, afirma que la reforma protestante no fue solamente el resultado del desprestigio de la iglesia católica, sino de todo el cambio cultural generado por el renacimiento que volvió los ojos a las potencialidades del hombre.
La iglesia se encerró en sus muros y no observó que “los diversos reformadores -tanto católicos como protestantes- trataban ... de articular una nueva conciencia religiosa...”
La iglesia católica puede estarse encontrando en la misma situación en estos días.
Los cambios ocurridos en la tecnología y en la ciencia equivalen a otro renacimiento. Las potencialidades de la ingeniería genética, de la computadora; los movimientos dentro de la propia iglesia y los cambios que han ocurrido en el mundo desde “el fin de las ideologías” hasta la “revolución de los derechos”, son una nueva realidad que la iglesia no ha sabido manejar bien, a pesar de los intentos de papas como Juan XXIII y Francisco.
La iglesia se ha escudado en la virtud moral y en la ética, pero el entorno cuestiona seriamente los conceptos tradicionales de la virtud y de la ética. La iglesia, por ejemplo, hace mucho énfasis en la virginidad y la pobreza como virtudes, pero ya esos conceptos no atraen a nadie y es casi un pecado pedirle a un pobre que se mantenga en el “ethos de la pobreza” en vez de instarlo a producir riqueza y mejorar su calidad de vida.
Estos temas dan para mucho más...
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