Santo Domingo - En las primeras horas de la noche del lunes 25 de diciembre pasado, y mientras el mundo cristiano celebraba la natividad por el nacimiento de Jesucristo, los doce tripulantes del barco Kaluba enfrentaban dos grandes dificultades en alta mar.
Era noche de luna llena en invierno, que permitía ver a la lejanía el horizonte en el llamado “Corredor del Caribe”, bien conocido entre marineros de esta zona.
Una avería en el sistema eléctrico detuvo la embarcación a unas 200 millas náuticas en aguas internacionales, próximo a las costas de Aruba, de donde había zarpado cargada de combustibles, con destino a Puerto Plata, con el previsto de arribar a primeras horas del 27 de diciembre pasado.
Como si se tratase de una reunión de uno de los publicitados organismos regionales de integración, en su interior había 12 tripulantes de distintas naciones caribeñas.
“Tú crees que sea necesario mandarle en un bote un motor y un electricista”, le preguntó Dante Meraldo Medina a su hijo, Dante Wilfredo Medina Ozuna (Dantico), según consta en el registro de llamadas telefónicas obtenida por las autoridades, que les daban seguimiento junto a Ernesto Bienvenido Guevara Díaz (a) Maconi, definido como el jefe de la operación, que culminó con la incautación de 1,500 kilos de cocaína.
Dante es un experto capitán de este tipo de embarcación que en los años 90 fue a prisión por capitanear un barco bajo las órdenes del narcotraficante Rolando Florián Feliz, y su hijo Dantico debía tener bajo su responsabilidad el Kaluba, pero a últimas horas no fue para Aruba, aunque estuvo en la coordinación de “las logísticas”.
“Ese motor pesa demasiado para mandar una lancha y dique un electricista. Eso es un peligro. Mejor que cojan su lucha con los cabos, jalando. Es más seguro. No sé si saben que esa es corriente de 380, al que le dé lo mata ahí mismo”, fue la recomendación de Dantico para apoyar su idea de que “deberían venir despacio y aquí se arreglaba”.
La preocupación
Pero otra cosa pensaba uno de los coordinadores de la operación a quien en la escucha de las llamadas solo se le identifica como Carlos, pero que en el expediente depositado por la Fiscalía se le señala como Carlos Julio Cuesta Feliz, nativo de Enriquillo, en las costas de Barahona, de donde provienen casi todos los dominicanos que estaban a bordo del Kaluba, del cual también era el propietario.
Pero otra cosa pensaba uno de los coordinadores de la operación a quien en la escucha de las llamadas solo se le identifica como Carlos, pero que en el expediente depositado por la Fiscalía se le señala como Carlos Julio Cuesta Feliz, nativo de Enriquillo, en las costas de Barahona, de donde provienen casi todos los dominicanos que estaban a bordo del Kaluba, del cual también era el propietario.
Es que Carlos comenzó a preocuparse por la demora en la llegada, y por el segundo inconveniente que había en el barco.
Era la dificultad que tenía este grupo compuesto por el venezolano José Quijada Salazar; los colombianos Silvio Ibarra Vega y Manuel Escobar Bolaños; el cubano Pedro Betancourt Tabio; el nicaragüense Joel Ponce Ordoñez; el hondureño Marbin Lambert Harry; los dominicanos Salvador Gómez Cuevas, René Cuesta Feliz, Fermín Samboy Cuevas, Damerides Gómez Saldaña, Elvis Langomás Medina y Teurison Valenzuela Samboy, en la comunicación con sus contactos en República Dominicana, a quienes debían entregar algo más que los barriles de combustibles que traían. “¿Se comunicó con el barco?”, le preguntó Carlos a Dante, en su preocupación. El segundo le respondió: “No. Los he estado llamando incansablemente y qué va...”.
-Parece que tienen el radio jodío. Esas gentes de Armando no hicieron nada y eso, que me quería cobrar 800 dólares-, se quejó Carlos, a los que Dante secundó con la sugerencia de que deberían buscar a un tal Chamico, para llevarlo hasta allá a revisar todo el sistema y el piloto automático.
Es en ese momento en que Carlos le hace referencia a Dante de una decisión que tomó, que horas después sería fundamental para el éxito o fracaso de la operación.
“Me ofertaron un radar de 97 millas por diez mil dólares y dije que no tenía ese dinero. Ese radar de 48 millas está bueno, qué más de ahí”, se justificó. “Lo que pasa es que hay que tener dos radales buenos”, le explica Dante.
“Lo único que va a decir un radar es si viene un barco a la distancia, más nada”, dijo Carlos a Dantes, quien tiene toda la experiencia en el mar, pues de él había vivido.
Una solución y un problema
La falta de un buen radar en el Kaluba se destacó cuando la tripulación no pudo darse cuenta a tiempo y vio acercarse una gran embarcación. Era el Servicio Guarda Costera de los Estados Unidos, que como amo y señor vigila el Mar Caribe, “para evitar el narcotráfico”.
La falta de un buen radar en el Kaluba se destacó cuando la tripulación no pudo darse cuenta a tiempo y vio acercarse una gran embarcación. Era el Servicio Guarda Costera de los Estados Unidos, que como amo y señor vigila el Mar Caribe, “para evitar el narcotráfico”.
La inamovilidad de este barco en altar mar, sin que su capitán hiciera lo normal, que es pedir auxilio, alertó a los marines estadounidenses que llegaron hasta el lugar con el convencimiento de que “allí había algo raro”.
Durante una requisa, la embarcación fue declarada con registro No. IMO6828753, que se dedicaba al transporte de combustibles, lo que no convenció a los marines norteamericanos que la escoltaron hasta Puerto Plata, su destino final, con la alerta de que “podría transportar drogas”.
“Ya el barco está aquí. En Puerto Plata. Lo trajo Barba Roja. No sé si lo ayudaron. No tengo mucha información. Lo revisaron todo y ahora dique lo van a vaciar para revisar los tanques de carga”, dice Carlos a Dante en la llamada, con la preocupación de no saber si esa era una solución o el inicio de un problema.
Pero su interlocutor lo reconforta: “Se le olvidó. Eso es una buena noticia como quiera”. A lo que Carlos responde: “Claro, Tú sabes que uno está seguro, uno no va estar cargando disparate. Pensaba lo peor, que ese barco iba a tener que salir a buscarlo”.
Los desánimos de Carlos eran tal que había hablado con “El Rojo” para rastrear el barco con una avioneta y luego mandar un remolcador para traerlo de regreso, “pero le habían ahorrado el trabajo”. El problema ahora era otro.
La revisión
Para seguir revisando, el barco fue traído a la base naval de San Soucí en Santo Domingo, donde agentes de la Dirección Nacional de Control de Drogas apoyados por fiscales duraron cuatro días. Aunque al principio estaban seguros del trabajo de escondite que habían hecho, al paso de las horas llegó la preocupación, y Dante hizo algunas sugerencias a Carlos para detener la revisión.
Para seguir revisando, el barco fue traído a la base naval de San Soucí en Santo Domingo, donde agentes de la Dirección Nacional de Control de Drogas apoyados por fiscales duraron cuatro días. Aunque al principio estaban seguros del trabajo de escondite que habían hecho, al paso de las horas llegó la preocupación, y Dante hizo algunas sugerencias a Carlos para detener la revisión.
“Hay que buscar a la prensa para que vea cómo son aquí; qué está pasando”, dijo Dante a Carlos, quien le propuso además “buscar corriendo una Bandera dominicana y ponérsela al barco y pagar los impuestos correspondientes al Estado”.
No hubo tiempo para la estrategia porque debajo de los tanques de gasoil, fue encontrado lo que se buscaba: En un doble fondo del contenedor fueron encontrados 1, 570 kilos de cocaína.
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