El respeto, una regla de oro

El respeto, una regla de oro

 

Por: Marilyn Ventura

Por Oscar Fernández Espinosa de los Monteros 

Se ha comentado que la regla de oro consiste en respetar la opinión ajena, no meterse con los demás; o, expresado de otro modo: “la democracia en las propias creencias”. Respetar a los demás, ciertamente resulta de suma importancia, es un buen principio ¿quién no lo desea respecto a sus opiniones? Es lo mínimo que se puede pedir, pero tenerlo como una regla de oro, resulta pobre. 
    
Una verdadera regla de oro, es la formulada por Confucio “No hagas con los demás lo que no quieras que hagan contigo” (Anales de Confucio, XV, 23); mejor aún lo dejó expresado Jesucristo: “tratad a los hombres de la manera en que vosotros queréis ser de ellos tratados” (Lc 6, 31). 
    
Por un lado, es evidente que hay que respetar la opinión ajena, ¿quién no está dispuesto a defender el respeto por las ideas? En las propias ideas de alguna manera está involucrada la persona, pues se trata de algo muy propio, que se hace suyo: la propia opinión. 
    
Las cosas son de determinada manera. Si digo que esto es de tal y cual modo no lo digo por capricho. Si una declaración es verdadera, su contradictoria no puede serlo. Y entonces rechazar su contradictoria no es sólo mi derecho, sino también mi deber. 
    
Por otra parte, el conocimiento de la verdad presupone la libertad. Esta libertad es un hecho que surge de que la razón es llamada por el contenido de verdad y movida por el deber, pero de ninguna manera violentada por dicho contenido de verdad. Es aquí en donde surge la tolerancia. Respecto del conocimiento que el otro tenga, estoy obligado a tener respeto. Puesto que alguien ha encontrado la verdad o cree haberla encontrado. 
    
Aun cuando considere falsa su convicción, no podría afrontarla ni con violencia exterior ni con coacción psicológica, sino únicamente salir al encuentro de la verdad en el terreno mismo en el que surge la convicción: en el de la confrontación con el ser, que es en donde se prueba si algo es de tal manera o de tal otra. El deber de respetar la convicción ganada por el otro no significa sólo que -si somos de distinta opinión- yo debe evitar la violencia, sino que debo, con mi comportamiento, dar al otro ser humano espacio para que él pueda llegar a la verdad en la forma correcta. 
   
 Se respeta absolutamente a la persona que emite la opinión, que expresa su idea, pero en ésta cabe el diálogo amigable, el razonamiento distinto, hasta la moderada discusión. El respeto es imprescindible para el diálogo, sin embargo, ¿qué se entiende por respeto? Porque actualmente se invoca el respeto a las propias ideas, pero ese respeto lleva un significado raro, tiene la connotación de acatamiento, de renuncia a las propias convicciones. Esto es, se pide respeto para que se permita la opción planteada. Es un “respétame” que significa, “no impidas que las cosas sean como yo las quiero”. 
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